Comentario
Cómo el gran Montezuma dijo a Cortés que le quería dar una hija de las suyas para que se casase con ella, y lo que Cortés le respondió, y todavía la tomó, y la servían y honraban como hija de tal señor
Como otras muchas veces he dicho, siempre Cortés y todos nosotros procurábamos de agradar y servir a Montezuma y tenerle palacio; y un día le dijo el Montezuma: "Mirad, Malinche, qué tanto os amo, que os quiero dar una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y la tengáis por vuestra legítima mujer"; y Cortés se quitó la gorra por la merced, y dijo que era gran merced la que le hacía; mas que era casado y tenía mujer, e que entre nosotros no podemos tener más de una mujer, y que él la tenía en aquel agrado que hija de tan gran señor merece, y que primero quiere se vuelva cristiana, como son otras señoras hijas de señores; y Montezuma lo hubo por bien, y siempre mostraba el gran Montezuma su acostumbrada voluntad; e de un día en otro no cesaba Montezuma sus sacrificios y de matar en ellos indios y Cortés se lo retraía, y no aprovechaba cosa ninguna, hasta que tomó consejo con nuestros capitanes qué haríamos en aquel caso, porque no se atrevía a poner remedio en ello por no revolver la ciudad e a los papas que estaban en el Huichilobos; y el consejo que sobre ello se dio por nuestros capitanes e soldados, que hiciese que quería ir a derrocar los ídolos del alto cu de Huichilobos, y si viésemos que se ponía en defenderlo o que se alborotaban, que le demandase licencia para hacer un altar en una parte del gran cu, e poner un crucifijo e una imagen de nuestra señora; y como esto se acordó, fué Cortés a los palacios adonde estaba preso Montezuma, y llevó consigo siete capitanes y soldados, e dijo al Montezuma: "Señor, ya muchas veces he dicho a vuestra merced que no sacrifiquéis más ánimas a estos vuestros dioses, que os traen engañados, y no lo queréis hacer; hágoos, señor, saber que todos mis compañeros y estos capitanes que conmigo vienen, os vienen a pedir por merced que les deis licencia para los quitar de allí, y pondremos a nuestra señora Santa María y una cruz; y que si ahora no les dais licencia, que ellos irán a los quitar, y no querrían que matasen algún papa." Y cuando el Montezuma oyó aquellas palabras y vio ir a los capitanes algo alterados, dijo: "¡Oh Malinche, y cómo nos queréis echar a perder a toda esta ciudad! Porque estarán muy enojados nuestros dioses contra nosotros, y aun vuestras vidas no sé en qué pararán. Lo que os ruego, que ahora al presente os sufráis, que yo enviaré a llamar a todos los papas y veré su respuesta." Y como aquello oyó Cortés, hizo un ademán que quería hablar muy en secreto al Montezuma, e que no estuviesen presentes nuestros capitanes que llevaba en su compañía, a los cuales mandó que le dejasen solo, y los mandó salir; y como se salieron de la sala dijo al Montezuma que porque no se hiciese alboroto, ni los papas lo tuviesen a mal derrocarle sus ídolos, que él trataría con los mismos nuestros capitanes que no se hiciese tal cosa, con tal que en un apartamiento del gran cu hiciésemos un altar para poner la imagen de nuestra señora e una cruz, e que el tiempo andando verían cuán buenos y provechosos son para sus ánimas y para darles la salud y buenas sementeras y prosperidades; y el Montezuma, puesto que con suspiros y semblante muy triste, dijo que él lo trataría con los papas. Y en fin da muchas palabras que sobre ello hubo, se puso nuestro altar apartado de sus malditos ídolos, y la imagen de nuestra señora y una cruz, y con mucha devoción, y todos dando gracias a Dios, dijeron misa cantada el padre de la Merced, y ayudaba a la misa el clérigo Juan Díaz y muchos de los nuestros soldados; y allí mandó poner nuestro capitán a un soldado viejo para que tuviese guarda en ello, y rogó al Montezuma que mandase a los papas que no tocasen en ello, salvo para barrer y quemar incienso y poner candelas de cera ardiendo de noche y de día, y enramarlo y poner flores. Y dejarlo he aquí, y diré lo que sobre ello avino.